El confinamiento está dando de sí. Hay quien está aprovechando este periodo para entregarse a la lectura, la limpieza del hogar, el deporte, la pintura, la música… Y hay a quien le ha dado por escribir. Es el caso de un buen amigo de nuestra academia de inglés en Bilbao y que recientemente nos ha hecho llegar estas palabras. ¿Alguna vez habéis sufrido insomnio?, ¿o habéis tenido una palabra en la punta de la lengua? Entonces no os podéis perder este relato, ‘Helpless’.
Puede que sea la edad, pero a veces, justo antes de conciliar el sueño, se cuela en mi mente la ausencia de una palabra o de un concepto, y entonces ya estoy perdido. Por más que haga uso de mil técnicas de mindfulness no conseguiré doblegar mi espíritu hasta el natural sosiego que me permita entrar en el limbo reparador del sueño. El único remedio es recuperar esa palabra. Devolverla al hueco del puzzle que ha dejado, y que amenaza el equilibrio natural que necesito para dormir.
La mayoría de las veces tengo incluso que llegar a levantarme y aplicarme en la búsqueda del escurridizo vocablo. María Moliner y Corominas deben de estar acostumbrados, y ufanos diría yo, de que los mortifique algunas noches a horas tan intempestivas, y bregue por sus entretelas buscando mi palabra, una palabra, esa palabra que siempre había sido feliz conmigo y que ahora, traviesa, se ha diluido entre el zumo de mis neuronas.
Anoche fue el significado de “helpless”. Porque a veces, como la de ayer, se trata de eso, de buscar una equivalencia, una traducción; de devolver el perfecto estado de las cosas que aprendimos de niños. Mesa, table. Dedo, finger. Hide, esconder… Y cuando se trata de eso, de recomponer el pobre, pero orgulloso entramado interlingüístico que me he montado con el paso de los lustros, pues ya no me sirven los viejos Corominas, RAE o la Moliner, sino que he de acudir al libro más grande que hay en casa, que no es la Biblia, ni El Quijote, ni La Montaña Mágica. Tengo que acudir a mi mamotreto preferido, a mi viejo diccionario Simon & Schuster. Y es que me impuse la norma de que cuando me veo en estos bretes nocturnos de andar desnortado y buscando palabros como un poseso, me resisto a acudir al ordenador o al móvil para abrir el universo de internet y buscar mi pequeño y díscolo vocablo. Para ese negociado están mis hojas de papel encuadernadas y silenciosas, esperando y aguardando mi desaguisado, para repararlo y llenar ese vacío con un simple susurro de sus letras impresas.
Si no existieran estos lomos en mis estanterías, debería acudir entonces a una academia de guardia, y llamar a Velvet-24-horas-sí-dígame-aquí-Fátima-en-qué-puedo-ayudarle. Pues mire, me falta helpless; sé que es una tontería, que es fácil, pero si me lo sé desde aquel lejano B1+, si conozco hasta su sentido, si sé que estoy helpless sin helpless, pero me falta lo otro, ya sabe, la palabra en mi propia lengua. OMGg, no me lo puedo creer, me falta la palabra en mi propia lengua; estoy hundido, no volveré a dormir nunca, doctora. Ayúdeme, tengo que descansar esta noche. Mañana trabajo. Mire, el hueco donde debería estar, ¿sabe?, está borroso, ¿lo ve? blurred, fade out, ¿ve además cómo dispongo de herramientas de mayor calado? Pero esta noche la humilde helpless no me deja dormir. Y no es ella, no es esa palabra, helpless, no. Es la otra la que me falla y me deja sumido en el insomnio más absoluto.
Qué puedo hacer sino desvelarme y errar por la casa buscando aquí y allá. Y entonces me viene la luz: Wishbone Ash tiene una canción que se llama “Helpless”. Aleluya. Me resisto a abrir el viejo Simon & Schuster. Me resisto a llamar a Fátima. Esta noche serán los Wishbone Ash los que repararán mi alma en pena. Me la sé de memoria, la canción… la repaso… there´s something happening… I Will give you my love gladly… I´m so helpless without you…
No me viene, no me viene, no me viene, no es suficiente saberme la canción, no es suficiente entender su sentido, necesito la palabra, la palabra, la palabra…y entonces me acuerdo de que Wishbone Ash también tiene una canción en el mismo álbum que se llama “Insomnia”. Oh no! Qué va a ser de mí esta noche. No volveré a dormir nunca. Estoy hundido, desamparado, indefenso.
Y sin embargo, vaya, ya voy notando la arenilla bajo los párpados.
Fructuoso G.